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Moyua, Leonardo de (Leo de Silka) (pianista y político)

Música y músicos > Intérpretes, compositores, otros
 
Evocación de un gran pianista donostiarra
Leonardo de Moyua,
Marques de Rocaverde,
"Leo de Silka"

         por Angel Sagardía



 

El notable pianista donostiarra, «Leo de Silka»

         De la noble familia Moyua, de las más ilustres y linajudas de San Sebastián, nació en la capital de Guipúzcoa, el 6 de septiembre de 1857. Leonardo de Moyua; hijo único del marqués de Rocaverde, heredó el título de su padre.
         El progenitor —conceptuado como uno de los patricios más austeros y caballerosos del solar vasco— ocupó cargos políticos y Leonardo asimismo; sus paisanos, que lo veneraron, le eligieron diputado a Cortes en varias legislaturas y durante años desempeñó la alcaldía de San Sebastián, cargo con el que logró popularidad.
         Existiendo en los Moyua gran gusto por el arte, Leonardo inició los estudios musicales; le aleccionaron, entre otros profesores, los reputados Carlos Bech y Manuel MendizábaL Pronto alcanzó gran perfección en el piano y sus primeras presentaciones en su ciudad natal las hizo acompañando a concertistas de violín y cantantes que llegaban a la bella Easo sin pianista. Les favorecía, pues además de que encontraban un acompañante excepcional. hallaban al artista totalmente desinteresado, ya que nunca Moyua percibió la menor cantidad por actuar; siempre lo realizó con fines caritativos.
         Fue importante el concierto benéfico que tuvo lugar en San Sebastián el verano de 1885, organizado por el profesor navarro Juan Guelbenzu, y en el que tomaron parte Moyua. la tiple Theodorini, el cantante Vérger y una orquesta. Acompañado por ésta, el aristócrata pianista interpretó una obra de Chopin y otra de Gottschalk. El crítico donostiarra Antonio Peña y Goñi, que se encontraba de paso en la capital, escribió: "En ambas obras hizo gala el señor Moyua de su maestría como pianista excelente, demostrando que sabe asimilarse, lo mismo el estilo dificilísimo de Chopin. en el cual el sentimiento domina, como el brío de Gottschalk, que en su célebre “Tarantela" se estrecha al ritmo y requiere una precisión y un mecanismo a toda prueba. La delicadeza exenta de todo amaneramiento con que el señor Moyua bordó, puede decirse, la página de Chopin, y la energía que su admirable mecanismo prestó a la "Tarantela”. arrebataron al público, que no contento con estas dos piezas, pidió y obtuve del señor Moyua la ejecución de un pot-pourri de aires nacionales en el que fue nuevamente objeto el citado artista de una ruidosísima ovación El señor Moyua figuraba en el cartel como aficionado! ! !. . Es el colmo de la modestia".
         Para realizar una gira de conciertos por Inglaterra utilizó por primera vez el seudónimo de Leo de Silka. anagrama en el que van enlazados su nombre y el de su madre, Casilda. Logró éxito de clamor; en el "The Laly" se leyó: "Leo de Silka dio una audición de piano en St. James's Hall. El recital fue un verdadero triunfo para el eminente artista. El escogido programa lo formaban piezas de Weber, Scarlatti, Mendelssohn, Schumann, Chopin, Henselt, Rubinstein y Listz. Todas las piezas fueron ejecutadas con verdadera pasión, corrección de mecanismo y delicadeza en la pulsación. Se vio obligado a repetir varias piezas del programa. Bajo el seudónimo de Leo de Silka, oculta el nombre de un apellido ilustre de la antigua nobleza española". En parecidos términos se ocuparon otros importantes rotativos ingleses.
         Moyua casó con una dama americana, y no tuvo sucesión. Físicamente fue alto, enjuto, de porte distinguido y señorial, que descubría al hombre de gran mundo. En cuanto a su trato, era sencillo, simpático sin afectación alguna, por lo que se hacía querer de cuantos lo trataban.
         En San Sebastián y en Madrid actuó diversas veces ante la familia Real que lo distinguía y admiraba; lo escuchó la Reina Regente y el Rey don Francisco de Asís, la primera, entre otros obsequios, le regaló una petaca y fosforera de oro con rubíes. Le otorgaron la cruz de Carlos III.
         En Madrid, además de dar conciertos en el Palacio Real, los celebró en varias mansiones aristocráticas y en la Gran Peña.
         Tuvieron gran relieve los recitales que Leo de Silka desarrolló el año 1913 en la Sociedad Filarmónica de Zaragoza, y en San Sebastián. De ambos se ocuparon en la desaparecida e importante "Revista Musical", de Bilbao, con las siguientes líneas: "Había expectación por oír a este linajudo artista, que sólo se deja escuchar en público cuando las actuaciones van unidas al desinterés, una elevada idea de caridad y amor al prójimo. Desde su aparición, con sencillez, sin pose ni afectación de ningún género, tuvo al público completamente a su lado Descolló en la Sonata op. 31, número 2, de Beethoven; Nocturno, op. 48, número 1, y Balada en "Sol", de Chopin, y en “La noche”, de Schumann. Prodigiosa resultó la ejecución de Mazeppa", de Listz. Al final, fuera de programa. tocó la Jota, del navarro Joaquín Larregla".— "En la soberbia morada de los señores Bermingham en la que se congregó lo más selecto y brillante de la alta sociedad donostiarra. Leo de Silka, nuestro gran pianista, favoreció a sus admiradores ofreciéndoles un gran concierto. Gusto exquisito, manera de decir, que en Silka existió siempre. Silka es Baüer, cuando es preciso expresar potentemente una frase musical; es Planté, cuando el Arte quiere expresarse como el eco de un alma llena de melancolía, mas al propio tiempo, no deja de ser Silka, siempre es él, con personalidad propia, independiente, completo. Alejado estuvo algún tiempo de las lides musicales cuando ejerció el cargo de alcalde de esta ciudad. Si para San Sebastián, su paso por la Alcaldía fue en grado sumo beneficioso, el Arte quedó muy mal parado, lamentando el abandono y llorando el olvido”. Además de varias obras de las que interpretó en Zaragoza, en la morada donostiarra nombrada, tocó "El Puerto", de Albéniz, "Barcarola", de Moskowskí, ''Claro de luna", de Debussy, y la Jota de Larregla, con la que, según habían escrito, "arrebató al público zaragozano”.
         Una actuación inolvidable de Leo de Silka es la que llevó a cabo en Madrid, el día 22 de diciembre de 1919, en concierto de la Orquesta Filarmónica, en Price, a beneficio de la Mutualidad de dicha Agrupación. El programa lo integraron "Scherezade”, de Rimski-Korsakof, Suite en "Re", de Bach, y la obertura de "Tannhäuser", por la orquesta, y Ias obras para piano y orquesta: Concierto, de Schumann, y la fantasía "África", de Saint-Saëns.
         Su colaboración en el Concierto de Schumann la juzgaron “Concienzuda labor pianística apreciando en ella un exquisito gusto y una perfecta dicción", a lo que añadieron: "Las palmadas y los bravos han coronado el trabajo del artista, que se ha visto obligado a salir tres veces a escena".
         Un hecho lamentable ocurrió a Silka interpretando la Fantasía de Saint-Saëns, máxime dada su seriedad. Un diario madrileño da cuenta del


El músico navarro Juan Guelbenzu, que colaboró
con «Leo de Silka» en un importante concierto pia-
nístico y orquestal que se celebró en San Sebastián.

caso con estas lineas: "El simpático pianista comienza la interpretación de “África", jugosa página en la que Saint-Saëns recoge cantos y ritmos egipcios de sus viajes por Oriente. Suspende repentinamente su labor, se acerca a Pérez Casas, le hace una indicación señalando el papel pautado que está sobre el atril, vuelve al piano y reanuda la interpretación de la obra. Indudablemente le ha sucedido lo que a Richler hace dos años en un concierto de la Sociedad Filarmónica, y con la Orquesta Filarmónica por cierto: lo que a Nin el año pasado en este mismo teatro: lo que a Rubinstein alguna vez en sus recitales de la Comedía. Y cuando suena la nota última de "África" el entusiasmo del público se manifiesta en imponente ovación que obliga a Leo a sentarse de nuevo al piano y tocar un número fuera de programa, y después otró, y éste un Vals de Chopin para mayor encanto, Un legítimo triunfo para el noble y gran Leo de Silka".
         Asistió a esta velada la Reina doña María Cristina, acompañada por la señorita de Martínez de Irujo y el príncipe Pío de Saboya. La soberana llamó al músico a su palco, para felicitarle. También concurrió a la sesión la infanta doña Isabel.
         El fallo de memoria que sufrió Leo de Silka ejecutando la Fantasía "África”, a otro ejecutante, más avezado, no le hubiese hecho mella, pero al pianista guipuzcoano, sí. Al empezar el concierto ya se sentó al piano con alguna fiebre, pero más febril se levantó después del contratiempo, empapado en sudor y con gran excitación de nervios. Se retiró a su alojamiento a pie y respirando una atmósfera de hielo. Se acostó enfermo y, como han narrado: "Acaso el presentimiento de un trágico fin le impulsó a marchar a su tierra querida, donde le esperaban el amor de los suyos y el calor espiritual de la casa solariega con los recuerdos de la felicidad infantil que velaron sus padres. Un día antes de morir, Leonardo de Moyua, delirante, gritaba: "¡No sé cómo ha sido! ¡Me he perdido! ¡Qué vergüenza!”,
         El 2 de enero de 1920 falleció Leo de Silka a los sesenta y tres años de edad. Su entierro tuvo lugar al día siguiente y constituyó una importante manifestación de duelo. El cortejo, que se detuvo ante el Círculo Liberal y la Diputación, lo cerró la Banda Municipal. Numerosas Entidades y particulares enviaron coronas, entre las primeras el Orfeón Donostiarra.
         Queda evocado un gran artista vasco y hombre sencillo, cuya extremada seriedad artística quizás le llevó a la tumba antes de tiempo.



         Reportaje que se publicó en la revista VIDA VASCA de 1965.



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